lunes, julio 24, 2006

La larga marcha hacia Alecto

Desde el principio sabía que ese bastardo los quería meter en Alecto, era demasiado previsible. Es más, incluso aunque ardía de deseos de meterse allí, había avisado a Manol, y él le había contestado que no, que no podían ser esas sus intenciones. Pero Manol no era tonto, así que o bien estaba apostando a la única carta que tenía, o realmente le apetecía meterse en la boca del lobo. Parecía un tipo sensato, no era el mercenario descerebrado al que estaba acostumbrado. Ese era Serban, aunque había que reconocer que a pesar de que le gustaba darse aires marciales al menos sabía hacer su trabajo y acataba órdenes sin rechistar. Cuando de camino habían capturado a una nómada de los naga, estando ellos dos solos, Serban había buscado su aprobación antes de violarla. Por supuesto Octav se la había dado y no estaba seguro de que Serban hubiera acatado una orden contraria, pero aún así había sido un gesto agradable por su parte.

Cuando estuvo claro que iban de camino a Alecto, Marta protestó, y Octav le plantó cara. El caso es que aquella mujer tenía cierta belleza, la repulsión que en otros provocaban los experimentos a los que se había sometido, ejercían en él una morbosa atracción, pero eran demasiado parecidos como para no chocar, y la convivencia se hacía bastante dura. Aparte de ellos en el grupo iban un par de exploradoras más, ambas de la cofradía, y eso era todo lo que necesitaba saber de ellas, mujeres duras y en las que se podía confiar, incluso a pesar de los tatuajes de una de ellas, que daban toda la pinta de tener un origen tribal y algo supersticioso. Cadenas, que cerraba la marcha, apenas cruzó dos palabras en todo el viaje con él, pero saber que había alguien a la espalda de quien respondía la Cofradía le hacía sentir seguro.

El encuentro con la bruja en las primeras estribaciones de la montaña de Alecto fue la prueba de fuego, pegarse contra sus esbirros era lamentable, eran pobres desgraciados manipulados por sus mentiras, pero tenerla cara a cara y ver como mataba a dos compañeros que suplicaban por sus vidas...

La montaña llegó a ser el verdadero enemigo, la roca escarpada y agreste, salpicada de matojos secos y enfermos, el sol traicionero y la visión ominosa de la fortaleza dominando el paisaje. Las reservas se iban consumiendo, las cantimploras sonaban vacías y las miradas preocupadas se desviaban hacia ellas sin poder evitarlo. El ascenso ocupaba sus mentes, ya nadie pensaba en lo que pudieran encontrar arriba y cuando encontraron a dos desgraciados pidiendo que los mataran Manol no tuvo remordimientos en concederles sus deseos. Nadie lo nombró, pero en la mente de todos rondó la idea de comerse a esos pobres diablos.

Llegado un punto, Cadenas decidió buscar un refugio y guardar parte del equipo, nadie podía asegurar nada pero con su gesto les daría algo de ventaja en el último tramo y prometieron mandar por ella en cuanto llegaran a lugar seguro. La exploradora siguió con ellos aunque parecía a punto de desfallecer. Poco antes del final, se acabó definitivamente el agua, pero no podían reducir la marcha, las sombras se estaban alargando ya y no querían cruzar Alecto de noche.

Definitivamente el guía les anunció que el único camino pasaba por el interior de Alecto. ¿Les habría vendido? ¿Qué podrían esperar encontrar allí dentro? Desde que emprendió este viaje Octav había soñado con esto, entrar en Alecto y recuperar cualquier cosa que pudiera haber sobrevivido al saqueo de los salvajes, pero ahora, agotado y sediento, y mirando alarmado unas lecturas de energía psíquica que desafiaban cualquier explicación científica, empezaba a tener sus dudas. Pero no era una decisión a tomar, sólo había un camino, y el camino pasaba por Alecto, aunque dadas las circunstancias, no parecía que fueran a poder quedarse a curiosear, si podían cruzar y salir vivos, ya serían afortunados.

Entraron en las ruinas de Alecto en silencio, y vieron un grupo de seres humanos. Sus miradas perdidas y sus gestos repetitivos, ignorando su alrededor, confirmaban lo que habían oido sobre la ciudadela maldita. Tenían delante de ellos a un tipo sentado, vestía unos harapos marrones y se balanceaba ligeramente mirando al infinito. Octav se adelantó y le atestó un brutal golpe con su bate de acero, destrozándole la nuca. El enajenado cayó muerto y Octav suspiró tranquilo, al menos morían como humanos, no eran fantasmas. Este ataque hizo reaccionar a sus compañeros, que empezaron a machacar sistemáticamente al resto de los pobres diablos, sin saber muy bien si lo que hacían era crueldad en defensa propia o caridad con aquellos desechos. En ese momento apareció la bruja, la misma de antes, y les miró con altivo desdén. Todos quedaron congelados mientras los acólitos volvían sus ojos hacia ellos, inyectados en sangre. Manol fue el primero en reaccionar contra el terror primario que emanaba de la bruja, mientras Octav activaba el campo anti-psi dismulado en su gorra. De poco valió sin embargo el valor de Manol, pues a un gesto de la bruja, el dolor lo atenazó y fue el primer blanco de todos sus esclavos.

La batalla se tornó confusa, los acólitos caían fácilmente, pero atestaban golpes duros, y parecían no acabarse nunca, poco a poco sus compañeros caían y la última linea de defensa fueron Marta y Serban, que intentaba hacer retroceder a tres acólitos él solo. Marta y Octav se encargaban de lo que podían y retrocedían hacia donde la bruja controlaba la situación. En un momento de claridad en la batalla, mientras la bruja dirigía a sus acólitos contra Serban, haciéndolo caer, Marta bloqueó el paso a los que este no había podido atraer y delante de Octav, que había perdido la esperanza de sobrevivir y sólo pensaba en vengarse, vio a la bruja y golpeó violentamente su cabeza. Probablemente la bruja ya estaba muerta mucho antes de que Octav se diera cuenta de que estaba destrozando un cadáver y se girara a ver si quedaba vivo alguno de sus compañeros, y se quedó mirando sin comprender a Marta, que era la única que quedaba en pie. Todos los acólitos estaban en el suelo, inconscientes, y Marta corrió a socorrer a los heridos. Manol y el guía se llevaron la peor parte, pero Manol estaba hecho de una pasta muy dura y los conocimientos de Marta surtieron efecto. El guía no tuvo tanta suerte, pero antes de morir prefirió compartir la información que sabía, vengándose de sus enemigos con un último canto de cisne.

Mientras descansaban y se preparaban para acampar, maldiciendose porque la victoria podía suponer poco más que la muerte segura en los proximos días, pues seguían sin agua ni provisiones, la exploradora, que estaba de guardia, dio la voz de alarma. Alguien se acercaba por el sendero de la montaña, el mismo por el que ellos habían subido. ¿Habrían enviado las brujas tan pronto una partida para vengar a los suyos? Todos aguardaron, decididos a combatir a pesar de sus heridas, el momento de caer sobre sus enemigos, pero solo una sombra se acercó al campamento, una sombra fácilmente reconocible por el tintinear de sus cadenas. La rodearon y ella dejó caer las varias cantimploras al suelo, que repicaron con el sonido inconfundible del agua.

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1 Comments:

Blogger José Fabregat said...

Este relato puede tener poco sentido por si mismo, pero es una narración basada en la partida de rol en vivo de Cenizas Rojas que jugamos el domingo 16 de Julio, titulado "Las sombras de Alecto"

7/24/2006 5:13 p. m.  

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