jueves, septiembre 11, 2008

Última misión

El viejo general de brigada saludó solemnemente al control de tierra. Esta era su última misión y, paradójicamente, iba a ser también la primera. Le habían explicado con todo al detalle porque desde su retirada, hacía ya bastantes años, la tecnología había avanzado y se había descubierto un método cómodo y seguro para enviar a un ser humano a otro sistema solar. No sabía si lo trataban como a un estúpido o como a una pieza de museo, lo que nadie le decía era lo que él veía evidente, que el precio para la tripulación era, sin embargo, el más grande que puede pagarse.
Subió a la plataforma y escuchó a varios miembros de control hacer las comprobaciones de rigor, cuando terminó el protocolo de seguridad le informaron de que iban a realizar una cuenta atrás de cinco minutos. Era, por supuesto, una formalidad y una costumbre más que una necesidad real, podían activar la secuencia en cualquier momento, pero el retirado militar agradeció que le dejaran al menos unos minutos para acostumbrarse a la idea de que iba a morir.
Cuando le explicaron el proceso lo hicieron parecer como algo muy limpio y muy avanzado, la cámara de lectura analizaba la composición exacta a nivel cuántico de su contenido y lo enviaba en el mismo momento mediante un láser de alta potencia hacia la nueva estación centaurina. La nave que había llevado la estación había ido dejando pequeños repetidores a intervalos regulares durante todo el recorrido que irían reenviando la señal hasta la cámara de reconstrucción de la estación. Una vez en la estación espacial el contenido de la cámara de origen sería reconstruido y él aparecería exactamente igual que era ahora mismo. Para el resto de la humanidad habrían pasado algo más de cuatro años, pero para él sería el instante siguiente. Las naves no necesitaban soporte vital ni evitar las incomodidades de la aceleración para que sobreviviera la tripulación, sólo era necesario enviar a la tripulación como información pura.
El método, sin embargo, tenía un fallo evidente para el general. No importaba cómo lo plantearan, la lectura cuántica iba a matarlo, y cuatro años después se crearía una copia idéntica a él en otro lugar. Él no iba a hacer ningún viaje, él iba morir en la Tierra, a manos de sus propios camaradas en la que sería su última misión.
Acabada la cuenta atrás, el viejo general de brigada saludó de nuevo e instantáneamente se encontró solo en un lugar extraño. La sensación era curiosa, sabía que acababa de nacer en aquella máquina y que estaba exactamente a 4,36 años luz del ser humano más cercano, pero su mente aún no se había acostumbrado a la idea. Salió de la cámara y se acercó a la ventana. Al viejo le habría gustado ser el primero que veía con sus propios ojos otro Sol, pero se conformó muriendo para que la Historia lo recordara, aunque el privilegio fuera para otro.
Se acercó al panel de control y envió la señal de que había llegado y que la misión había sido un éxito. Por delante tenía varios años de soledad y trabajo en la estación, y después podría elegir entre morir allí o morir en la cámara de lectura para que otra copia volviera y recibiera la gloria. Volvió a mirar por la ventana y dejo esa decisión para más adelante.

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miércoles, septiembre 10, 2008

LHC

El ambiente en el laboratorio era de alegría y celebración, las primeras pruebas habían terminado con éxito. Los próximos años iban a ser unos años emocionantes para ser un físico. Y lo fueron, ciertamente, para ser un físico o para ser cualquier otra persona, aunque no todo el mundo disfruta de vivir en una época emocionante.
En retrospectiva los primeros meses hubo muchos incidentes, pero no se tuvieron demasiado en cuenta porque se perdieron entre otros muchos casos supuestamente paranormales, muy de moda por aquella época. No se lo tomaron en serio hasta que un dragón apareció enroscado en la torre Eiffel en el día de Año Nuevo. Por eso decimos que 2009 fue el primer año de la Era de los Prodigios.

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